“¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?  No está aquí; ha resucitado.” Lucas 24,5-6. La resurrección de Jesucristo es el motivo de nuestro gozo y de nuestra esperanza. En este contexto del domingo de resurrección, hoy deseo reflexionar sobre un milagro de resurrección que se nos narra en Lucas 7,11-17. En este relato deseo ver algunas implicaciones de la resurrección en el presente de una mujer viuda, de un poblado pequeño.

Esta historia inicia con la llegada de Jesús a Naim.  No era una ciudad grande, probablemente un caserío, pero rodeado de muros, quizá con una sola puerta. A Jesús le acompañaban sus discípulos y una gran multitud, esto habría podido distraerlo y no darse cuenta del acontecimiento triste que pasaba por esa misma puerta.

El funeral de un joven salía de la ciudad. Es interesante que los detalles que se dan de él están en relación con su madre. Él era hijo único de una mujer viuda.  Es importante notar que Jesús no se compadece de él, se compadece de ella.  ¿Cuál es la razón? Además del dolor propio de una madre al perder a su hijo, en este caso hijo único. La situación de ella se complica en un sistema donde la mujer no tenía derecho a nada por el solo hecho de ser mujer. El ser viuda y sin un hijo varón empeoraba esa situación. Probablemente este joven era el sostén económico de su madre, y sin un hombre que la representara ella perdía derecho a cualquier propiedad o herencia.

Al ver el llanto de la mujer ante la situación desesperanzadora, se nos dice literalmente que Jesús “se conmovió hasta las entrañas” y con ternura le dice “no llores”. Jesús muestra su compasión hacia ella resucitando a su hijo y se lo da. En ese momento el hijo es la solución, la ayuda para su situación.

La multitud que les rodeaban se llena de temor y dan gloria a Dios. Entienden que un gran profeta está ahí, que Dios les ha visitado. El milagro de la resurrección obviamente les impactó, pero también el cuidado que Dios tiene por esta mujer a través de los actos de Jesús, ver cómo ha sido conmovido por su dolor, por su situación social y como interviene a favor de ella. La visita de Dios a su pueblo es eso, la compasión, la provisión, el acompañamiento en momentos de dolor profundo. Es ver el cuidado del Dios de la Vida. En medio de la multitud, visibilizó a la mujer, le amó, le cuidó, le proveyó. Esa es la esperanza presente de la resurrección.

Nunca se imaginó que en su marginalidad recibiría la visita del Dios de la Vida y la esperanza de una segunda oportunidad. Hoy recordamos el milagro de la resurrección y recordamos que hemos sido visitadas y visitados por el Dios de la Vida por medio de Jesucristo, por medio de su evangelio, de su ejemplo. Esta es nuestra esperanza presente. Nos ha visto en medio de nuestras situaciones particulares y nos ha visto con amor, nos ha dicho y nos sigue diciendo con ternura “no llores”.

Carolina González

17-04-2022