Devocional | Por: Brayan Alvarado | 03 de octubre 2023 | CEDEPCA
Es octubre y comienzan una serie de celebraciones en torno a la Reforma Protestante, aunque, dicho sea de paso, prefiero hablar más de conmemoraciones no así de celebraciones acerca de la Reforma. Y es que aquí me pregunto: ¿Vamos a celebrar algo que desencadenó muertes, persecuciones, exclusiones y divisiones, o vamos a hacer memoria de lo trágico y doloroso que pueden ser los abusos de poder, lo que desencadenan en ambientes donde se adora a Dios, se proclama su palabra y se sirve a la gente, y cómo eso puede llegar a afectar la vida de un pueblo y la historia del mundo?
No se me vaya a malinterpretar, mucho se ha hablado sobre el impacto positivo de la Reforma Protestante y su contribución al desarrollo de las civilizaciones, pero no hay que pasar por alto que mucho de eso se ha escrito y construido sobre la sangre y los cadáveres de un sinnúmero de personas. A partir de la RP se logró esto y aquello, sí, pero y ¿a qué costo? Como dicen algunas imágenes en el internet, o los memes.
¿Qué creen ustedes que es lo más significativo de aquel lejano acontecimiento de las Reformas? ¿Qué ideas tienen?
¿Qué es lo más significativo del pan?
¿Qué es lo más significativo del agua?
¿Qué es lo propio del cristianismo?
¿Qué es lo propio de las religiones?
¿Qué es lo propio de la Iglesia?
¿Qué es lo propio de las Reformas?
El pan solo alcanza su pleno sentido cuando es comido, cuando alimenta. El agua cuando calma la sed y contribuye a que el resto de la vida germine, crezca, se expanda. El cristianismo cuando es signo de la presencia viva y real del crucificado-resucitado en el mundo. Las religiones cuando son comunidades de acogida y vinculación con lo sagrado. La iglesia sólo es iglesia cuando sirve a los demás, dijo Bonhoeffer. Y en cuanto a las Reformas del siglo XVI, me parece que lo propio de ellas es un anhelo, una búsqueda, una disposición, un talante, un espíritu, una postura, una resistencia contra la idolatría, una manera de discernir, de vivir la fe y de seguir a Jesús.
Aquí quiero referirme brevemente al texto que escribió el apóstol Pablo en su fantástico elogio a la libertad, el texto aparece en la carta a los Gálatas 2:16 donde se refiere a la amistad de Dios. El tema de la justificación fue un tema controversial hace 500 años y actualmente no deja de ser picante. La pregunta de fondo era cómo alguien queda en paz con Dios. Si Dios es rey, señor y soberano, debe haber algún destino para muchas personas que no le buscan, o que le buscan de otras maneras, o que hacen cosas malas. De manera que, en el pensamiento de Pablo, el cual Lutero sigue muy de cerca, hay un cambio decisivo. Dios es amigo, amiga, Dios es amistad. Piensen ustedes en el impacto y las implicaciones de estas referencias, lo decolonial y críticas pueden llegar a ser.
Seguro ustedes saben que a las religiones en general, y a las iglesias en particular, se les suele percibir como instituciones, espacios y comunidades rígidas, legalistas, estrechas, poco dialogantes y hasta herméticas de principio a fin. Por otro lado, a las que han superado una serie de condicionantes, comportamientos y narrativas se les percibe como demasiado libres, demasiado light, descafeinadas, es decir, que ya no pican ni muerden.
Las Reformas son fascinantes por su deseo de liberación (de hecho, el poeta cubano José Martí dijo que: Toda persona amante de la libertad debe colgar un retrato de Martín Lutero en la pared de su cuarto), deseo que también está presente en el corazón de la narrativa bíblica, su inconformidad, su tenacidad, su insurrección. Las Reformas dieron lugar al cuestionamiento, aunque luego quienes pusieron en duda la autoridad oficial no fueron capaces de soportar el mismo cuestionamiento por parte de un grupo de jóvenes que se tomaron en serio los impulsos iniciales. Recordemos que incitar al pensamiento crítico también nos expone a ello, no nos deja inmunes; cuestionar la autoridad nos puede colocar en el ojo del huracán, y sin duda esto puede resultar realmente incómodo.
Jesús puso bajo la lupa la estrechez del judaísmo, el apóstol Pablo hizo lo mismo con el cristianismo de los primeros años luego de la muerte del galileo, Martin Lutero hizo lo propio con el catolicismo de finales del S. XV e inicios del S. XVI. Jesús nos dijo que Dios está cerca, más de lo que imaginamos, el apóstol Pablo afirmó que Dios se hace nuestro amigo por medio del don gratuito de Jesús, y Lutero confirmó que Dios salva a la humanidad debido a su bondad infinita. Esto sigue siendo algo lindo, profundo y profético.
Nuestra herencia reformada se apoya en algo que el fascinante teólogo Paul Tillich llamó el principio protestante, es decir, una manera de hacer teología, de pensar la fe. De manera que el principio protestante nos hace el recordatorio de ver hacia atrás sin dejar de ver hacia adelante, de crear nuevas realidades, de llamar a las cosas que no existen a la existencia, de adoptar posturas críticas ante cualquier autoridad, de no casarse con las formas ni las tradiciones, de hacer espacio para las disidencias, pues cada persona, en su capacidad de lectura directa de la biblia, de sacerdotisa universal, de vasija de la revelación de Dios, nos puede poner en cuestión, desbaratar nuestras seguridades y dislocar de nuestro sitio, y esto también sigue siendo parte del obrar libre y soberano del Espíritu de Dios.