Arnoldo Aguilar Bernardino
Coordinador Programa de Formación Bíblica Teológica

Guatemala,  agosto de 2023.

 

En el marco de la celebración del mes de la Biblia en el 2023, agradecemos a Dios por el regalo de la revelación escrita que, en un acercamiento serio, nos provee luces de esperanza y vida para el tiempo presente. Por supuesto, honramos el esfuerzo de todas aquellas personas que, cual instrumentos de Dios, han hecho lo suyo al aportar para que cada ejemplar de la Biblia llegue a las manos de un pueblo que siempre está sediento de “buenas nuevas”.

En el mes de agosto convocamos a honrar el texto bíblico, lo cual no significa solo aludir a su carácter sagrado, sino a honrarle dejando que su carácter vivaz permee nuestras vidas y nuestras realidades.  En ese respecto, nos acercamos al capítulo 1 de la carta de Santiago, descubrimos una serie de reflexiones contundentes, tan frescas que parece que se escribieron para la sociedad guatemalteca o latinoamericana del 2023.  Acerca de esta importante carta, Elsa Tamez señala:

La epístola de Santiago es una carta escrita para ser representada oralmente delante de un público. No se escribió para ser leída ni estudiada como texto, sino para ser declamada en vivo ante una determinada audiencia. Esa era la costumbre en la antigüedad.

Para América Latina y el Caribe, Santiago es una carta muy importante debido a su contenido. De ahí que la mayoría de los aportes que se han hecho desde nuestro continente se centren más en el tema de los ricos y pobres que en la discusión sobre la fe y las obras, o sobre las formas literarias, como ocurre en los países del Primer Mundo.[1]

La preocupación latente del escrito es la lamentable situación de pobreza y de incoherencia de la fe cristiana de su tiempo. Hay una fuerte denuncia contra las comunidades cristianas que, teniendo el conocimiento del evangelio, han hecho oídos sordos al sufrimiento real de la prójima/o discriminado en la sociedad. Ese, se considera, es el centro de toda la carta de Santiago (capítulo 2:1-13). ¿Cómo es posible que, teniendo la palabra de Dios, su consejo y dirección, la iglesia permita que todo siga siendo igual?

En este sentido, el escrito asume que los hermanos y hermanas receptores del mensaje son personas conocedoras del bien, conocedoras de la palabra de Dios y confesantes de su fe en la misma.  Es el caso de quienes ya tienen un criterio, una explicación “del porqué las cosas son como son”; personas que saben lo que está pasando con la realidad humana, y saben cuál debe ser el rumbo a seguir según el consejo de Dios en su palabra.  A ellos y a ellas, va la exhortación.

EL ENGAÑO DEL SABER SABER

“Entre el dicho y el hecho, hay mucho trecho,” reza el dicho, y es la idea que nos sugiere en primera instancia la exhortación que citamos:

 

Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra, y no hacedor, es semejante a un hombre que mira su rostro natural en un espejo; pues después de mirarse a sí mismo e irse, inmediatamente se olvida de qué clase de persona es. (Santiago 1:22-24)

Notemos esa añeja preocupación por la incoherencia en la vida de las personas.  Saber “oír”, o “saber saber” como dicen los educadores y educadoras, no es el problema; el problema es que lo que oímos y sabemos “no lo hacemos”.  Saber hablar de la fe, de los milagros, de la alabanza, de la evangelización, del quehacer frente a la injusticia social, de la voluntad de Dios en su palabra, es el fin en sí mismo para muchas personas.  Se encuentra deleite en ello, estatus incluso mientras se enarbola la pericia de entretejer diferentes conocimientos de forma consistente. Pero ¿en qué contribuye todo esto?

Saber y hablar de las cosas que adolecemos y de sus soluciones no constituyen un problema hasta que todo se queda “en el aire”, en lo abstracto, lo espiritual.  Para Santiago acercarse a la realidad (como a un espejo) para contemplarla, reflexionarla, llorarla y luego alejarse de ella dejándola en el olvido es “engañarse a sí mismo y a sí misma”.  Lo primero no sirve porque se da lo segundo.  El buen saber, el buen sentir, se muere con el olvido.  Olvido provocado, olvido intencional, olvido por inercia, pero al fin de cuentas olvido. Así que es un engaño, saber oír, saber saber, sin asumir lo que se oye y sabe.  Tal vez refuerce esta idea las palabras de Jesús:

Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. (Mateo 7:24).

DEL SABER AL HACER: LA PALABRA QUE SE HACE VIDA

Teniendo presente la brecha incoherente entre el saber humano y la práctica demandante, traemos a la memoria la importante propuesta de Clodovis Boff[2] con respecto a la metodología de la Teología de la Liberación: Ver, juzgar y actuar.  Una importante idea para superar esa lúgubre distancia, una acción responsable con miras a la transformación de una situación determinada.  Se inicia evidenciando una situación demandante (ver) para luego reflexionarla a la luz de la palabra de Dios (juzgar), finalmente se deriva una nueva acción pastoral o social (actuar). En todo caso esta propuesta razona el pensar, el analizar, sí y sólo sí, lleva hacia una acción y compromiso congruente.

Pero la carta de Santiago lo plantea desde otro panorama; luego de advertir del engaño de los saberes en el olvido, ahora vuelve con una solución esperanzadora:

Pero el que mira atentamente a la ley perfecta, la ley de la libertad, y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz, éste será bienaventurado en lo que hace. (Santiago 1:25).

 Solución para la incoherencia, “mirar atentamente a la ley perfecta… de la libertad”. Más que oír y olvidar, la demanda es atención y perseverancia en lo que llama “ley perfecta de la libertad”, evocando el capítulo 2:8-11 “Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis: Mas si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y sois reconvenidos de la ley como transgresores.”  Es entonces la esencia de la ley: amar al prójimo como a ti mismo, no sólo ver y lamentarse de su realidad.  Sobre esto se da la demanda de ser “hacedores eficaces”, personas de acción obediente y responsabilidad competente.

Hay una lógica interesante en el escrito de Santiago, como si el escritor nos llevara paso a paso desde la indiferencia piadosa hasta la práctica comprometida. Con ello, es importante, honrar la presencia del texto bíblico entre nosotros y nosotras, pero hacerlo de una forma coherente, buscando que la buena palabra de Dios, esperanza y vida, sea parte de nuestra práctica cotidiana.

Ahí donde cada persona se compromete con la construcción de un mundo mejor, con relaciones sanas y con el compromiso mutuo por contribuir con el bienestar común, ahí inmersos e inmersas en la misteriosa acción del Espíritu de Dios, ahí, sin duda alguna, la palabra de Dios se está haciendo vida.

 

[1] Elsa Tamez, No discriminen a los pobres: lectura latinoamericana de la Carta de Santiago. Estella, Navarra Verbo Divino, 2008.

[2] Clodovis Boff, Epistemología y Método de la Teología de la Liberación.  p. 106.  En: ELLACURIA, Ignacio y SOBRINO, Jon.  Mysterium Liberationis: conceptos fundamentales de la teología de la liberación.  Madrid: Trotta, 1990, Tomo I